lunes, 13 de septiembre de 2010

Oid.

Ruido de rotas cadenas. Ruido de liberación. Olor a libertad. Un pichón de águila que aprendió a volar tendría el mismo aroma. Un perro que es desatado de su correa emitiría el mismo sonido. A las doce de la noche de un jueves, el viernes sentirá lo mismo. Las rotas cadenas. Cadenas que se rompieron por el tiempo o por la necesidad o por la lucha. Tiempo, el desgaste de las opresiones. Necesidad, ansiedad de independencia. Lucha, conflictos, derrotas y victorias, vencedores y vencidos, el fin nunca se sabe si justifica los medios, el equilibrio seria que el fin sea justo. Justicia. Equilibrio. Hay que saber manejar esas cosas junto las rotas cadenas. Tenemos derecho a romper las cadenas. Tenemos que velar por la homeostasis entre el medio justicia y el medio libertad. Cadenas rotas. Cadenas alborotadas. Prisioneros que quizá sin darse cuenta hacen demasiado ruido y no dejan oír a otros o no dejan escuchan lo que esos otros quieren oír. Demasiada presión, demasiado riesgo. Es tan fácil decirlo pero tan difícil es lograrlo. La historia que nos cuentan siempre habla de la búsqueda de libertad. Pero… y si es simplemente una mala relación entre libertad y felicidad? No necesariamente tiene que hacernos feliz la libertad o quizá si? Es necesaria pero también es una responsabilidad. Responsabilidad, hacerse cargo. Todos somos prisioneros pero en nuestra pequeña libertad debemos: Dejar oír, oír tranquilos y dejar sonar ruido de rotas cadenas.

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